martes, 6 de diciembre de 2016

Volver.

Nunca vuelve quien se fue. O tal vez sí.
Por eso estoy aquí otra vez.

Que empiece el juego.

martes, 5 de mayo de 2015

Por definición*

Buscando respuestas.
La Real Academia de la lengua Española define el desamor como "falta de sentimiento o afecto que inspira por lo general otras cosas". Y define el amor como "sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo".

Supongo que todos estaremos de acuerdo en que puestos a elegir, preferimos el amor. Fundamentalmente porque implica ponerle sentimiento a las cosas, implica que llevan, inevitablemente, lo mejor de nosotros. Y esa es una de las pruebas mas evidentes de estamos vivos. Porque es cierto, vivir no es solo respirar.

Por otro lado, la RAE, define la improbabilidad como "algo inversosimil, que no se funda en una razón prudente". Y define el concepto imposible como "algo que no tiene medios ni facultades para ser o suceder".

Nuevamente, puestos a elegir, yo prefiero la improbabilidad, porque deja un resquicio a la esperanza, a la épica, a la oportunidad. Y no nos engañemos, todos necesitamos tener esperanza. En algo, en alguien.

Que David ganara a Goliat, era improbable pero sucedió.
Un afroamericano habitando la casa blanca, era improbable pero sucedió.
Una periodista convertida en princesa, la tierra finalmente redonda...

Por eso no me gusta hablar de amores impoisbles, sino de amores improbables, porque mientras que exista una posibilidad entre un millón, media posibilidad, merece la pena intentarlo.

Por eso no me gusta hablar de desamor, porque es fuente de las dudas, la desconfianza y los miedos que por desgracia muchos arrastran.

Y es que el miedo es como la familia. Que todo el mundo tiene uno. Pero aunque se parezcan, los miedos son tan personales y tan diferentes, como pueden serlo todas las familias del mundo.

Hay miedos tan simples como desnudarse ante un extraño.
Miedos con los que uno aprende a ir conviviendo.
Miedos hechos de inseguridades.
Miedo a quedarnos atrás.
Miedo a no ser lo que soñamos.
Miedo a no dar la talla.
Miedo a que nadie entienda lo que queremos ser.
Miedos que nos va dejando la conciencia: el miedo a ser culpables de lo que les pasa a los demás.
Miedo a lo que no queremos sentir, a lo que no queremos mirar, a lo desconocido.
Miedo a que se vuelvan a repetir historias pasadas.
Miedo a la muerte, a que alguien a quien queremos desaparezca.

El miedo puede limitarnos, pero el miedo a fracasar nos mantiene inamovibles. 

Dicen la felicidad es la ausencia del miedo. Me he dado cuenta de que últimamente, yo cada vez tengo menos miedo.

No estoy dispuesta a que el miedo me gane más pulsos. No quisiera tener que cambiar los conceptos, ni la definición.
Y es que para el amor soy muy cristiana y para el desamor, yo soy atea.


Por sus letras la conocerás.

Con amor (espero).

Laura*.